La historia del chef que hace los mejores helados de Sudamérica
Tras sufrir un infarto cerebrovascular, Juan José Orueta se radicó en Curicó para rehabilitarse y abrió "La Obra", una heladería artesanal que acaba de consagrarse en el Gelato Festival World Master, en Italia.
Ignacio Arriagada M. - Medios Regionales
Juan José Orueta, chef y hotelero, caminaba por la senda del éxito laboral cuando tropezó con la desgracia. Su cuerpo no resistió la exigencia física y mental que los tres trabajos de aquel 2015 lo consumían diariamente y un día despertó sobre una camilla de una clínica de Santiago y con serias dificultades para ver y moverse.
Cuando supo que había sufrido una decena de microinfartos cerebrales y que dada la urgencia debió ser sometido a una cirugía de alto riesgo, se convenció de que haber sobrevivido era una señal que por muy dura que fuera le indicaba que debía replantear su vida.
"Cuando sucedió esto del accidente cerebrovascular yo y mi señora, María Angélica Bravo, tomamos la decisión, en diciembre de 2015, de mudarnos a la casa de mis suegros en Curicó, para tener un apoyo, una contención en mi rehabilitación", recuerda.
El primer año en la Región del Maule fue de reposo absoluto, sesiones kinesiológicas y farmacología. Estos tratamientos comenzaron a surtir efecto en el organismo de Juan José, quien de a poco volvió a desplazarse y a observar. Con la vida en un mejor andar, este esposo y padre tres hijas sentía que retomar el trabajo también era un paso en su proceso de rehabilitación. Sin embargo, su prestigio como chef, docente y business manager del que gozaba en la capital no lo tenía en Curicó, por lo que debió partir desde cero.
"Mientras seguía en reposo en la cama tomé un lápiz y un cuaderno y le dije a mi señora que íbamos a hacer un proyecto familiar. Había decido emprender", asegura.
La génesis
A mediados de junio de 2016, el matrimonio arrendó un local en la concurrida avenida Manuel Labra Lillo y la adaptó para funcionar como sanguchería y cafetería. A ese negocio lo llamaron "La Obra", que es la combinación de los apellidos Orueta y Bravo y simboliza "una obra de arte". Cuatro años después de la apertura, en una comida con amigos, una sugerencia de una comensal le dio un vuelco al negocio.
"Esa vez de postre yo hice helado y una de mis amigas me dice: '¿Por qué no complementas tu oferta de La Obra con una heladería?' (...) Yo conocí y aprendí sobre heladería el año 2008 en una pasantía en un restaurante con dos estrellas Michelin (distinción por su extrema calidad de su comida y servicios), en San Sebastián, España, del destacado chef Martín Berasategui", detalla.
La idea de vender helados artesanales estuvo en la cabeza de Juan José y María Angélica por varios días. Pensaban que podría ser un acierto, pero había incertidumbre. Ese año, en 2019, la pareja y sus hijas tenían programadas realizar unas vacaciones por Europa. Lo que pretendía ser un viaje de relajación y jolgorio se convirtió, en parte, en un estudio de mercado.
"Paseamos por Italia, Grecia y Croacia. Allí pasamos a las mejores heladerías y yo preguntaba qué equipamiento ocupaban, donde algunos me respondían y otros no; conversaba con los administradores y probé muchos helados de las casi 30 o 40 heladerías que visitamos para grabar en mi cerebro las propiedades de los helados, la estructura, su sedosidad, sus colores y sus formas de servirlo", repasa.
De vuelta en Chile, el matrimonio, totalmente convencido, apostó por añadir este nuevo producto a la carta de "La Obra". Con una inversión de 15 millones de pesos importaron maquinaria de la marca italiana Carpigiani, que es considerada como una de las mejores del mundo para producir helados y cuya experiencia de uso ya conocía Juan José, luego de haber participado en un curso que realizó esta compañía en Chile.
Lanzamiento
Al poco tiempo, los clientes del negocio de avenida Manuel Labra Lillo se sorprendieron al ver una barquillera con doce bachas de helados artesanales. Los sabores incluían ingredientes locales y de otras partes del mundo. El que más llamó la atención al inicio fue el blend de pistacho con avellanas. El pistacho era italiano y la avellana curicana.
Cuando los helados se hacían notar en la zona y habían cautivado el paladar de la gente, el covid-19 se dejó caer en el Maule y luego en el país. Por casi diez meses el local estuvo cerrado, pero el delivery los salvó.
"La gente en esta situación de angustia necesitaba consumir algo que activara la hormona de la felicidad. Y la mejor forma era mediante un aminoácido que se llama triptófano y que está presente en los productos dulces (...) En toda la pandemia repartimos helados. Yo manejaba, mi esposa iba al lado, las niñas atrás y los coolers en el maletero. Así nos mantuvimos repartiendo por todo Curicó", rememora.
Una vez que el comercio reabrió tras el control de la pandemia, la pareja sacó la sanguchería y pastelería y se dedicó exclusivamente a la heladería. Él producía y ella gestionaba el negocio.
Dado el éxito de los helados y el reconocimiento de la gente, Juan José se motivó en participar en el Gelato Festival World Master, que es el equivalente a un mundial de fútbol de la especialidad. El 2021 se dio la chance de competir para clasificar a la máxima cita. Su creación, bautizadada como "Fruición", que contemplaba palta, sal de La Araucanía, miel de Teno, entre otras cosas, sacó el primer lugar entre los trece competidores chilenos.
En la final mundial del 2022, cuando concursaron más de 8 mil heladeros artesanales del planeta, Juan José Orueta, representando a "La Obra", se ubicó en el puesto 22° del ranking de los 100 mejores del planeta. Este año, en el mismo evento, se consolidó como el máximo exponente de Latinoamérica.