Renato Cisneros: "Todo migrante es síntoma de un Estado fallido"
El autor peruano llega a Chile con "El mundo que vimos arder", una novela sobre un joven que busca a su familia en la Segunda Guerra Mundial, pero que debe bombardear Hamburgo.
Valeria Barahona - Medios Regionales
La mamá de Matías deja su vida en Alemania para seguir a un italiano que se radica en Perú. Los momentos más luminosos de Matías en su infancia son jugando con el avión que le manda su abuelo alemán. Ya de joven, toma un barco a Estados Unidos para cumplir su sueño de volar a Hamburgo, desde cuyo puerto su abuelo le sigue escribiendo. Matías, sin embargo, será uno de los pilotos de los aliados en la Segunda Guerra Mundial y protagonista de uno de los bombardeos más devastadores antes de la rendición nazi: esa es una de las principales tramas de "El mundo que vimos arder", la novela con que el escritor peruano Renato Cisneros atraviesa el dolor de las migraciones y las guerras.
El autor sonríe por videollamada desde Lima, pero en realidad vive en Madrid, aunque "viajo por lo menos una vez al año a Lima, casi siempre por razones de trabajo", debido a sus columnas en el diario El Comercio, donde comenta la situación peruana mirada desde Europa, al igual que una de las voces de "El mundo que vimos arder", donde un periodista de este siglo toma un taxi y se encuentra con un paisano peruano. "Está inspirado en mi propia experiencia migratoria, tiene casi los mismos sueños que yo llevo radicado allá, y muchas de sus percepciones son tamizadas por las mías, pero no es un escritor propiamente tal. No sé si yo lo soy tampoco", ríe.
Cisneros estudió también en Miami: "En 2004, pero fue migración controlada, con fecha de caducidad" por la visa, explica, aunque "en 2015 el móvil fue mi esposa: ella terminaba sus estudios de medicina aquí en Perú y quería hacer su residencia en España, y yo encontré en eso la justificación perfecta para llevar a cabo mi viejo plan de vivir un tiempo lejos, pero conforme los años ese tiempo se ha ido extendiendo porque nuestra hija nació allá, entonces los vínculos empezaron a solidificarse. Por otro lado, Perú también volvió a ser un signo de interrogación, ya que después de una primavera económica, y de cierta relativa falsa estabilidad, hemos vuelto a ser el país que nunca habíamos dejado de ser, caótico e impredecible, entonces volver tampoco apetece mucho en este momento".
justo y necesario
-En tu novela hablas de los columnistas que opinan mucho sobre su país estando afuera.
-Sí, porque creo que cualquier migrante puede desarrollar una opinión, y está bien que lo haga, es justo y tal vez muy necesario. En el caso de los peruanos, más de tres millones vivimos fuera. Pero en las novelas lo que interesa es que mis argumentos, digamos civiles, también puedan verse rebatidos, de manera ojalá persuasiva por otros personajes. Además, es un reproche que me hacen continuamente en redes sociales: "Tú vives fuera, ¿por qué opinas de lo que de lo que sucede aquí?", y me parece un bien, pero es interesante la mirada que se tiene de lo que implica vivir fuera, esa asociación gratuita con estar cómodo. En el fondo, creo que la novela también cuenta una historia donde hay mucha gente dialogando, cosa que nos falta ahora, donde la gente está menos dispuesta a conversar y mucho más dispuesta a reforzar sus argumentos, sobre todo en redes sociales, pero también en la en la vida misma.
-En "El mundo que vimos arder" todos los caminos terminan mal.
-Nadie termina de conseguir realmente lo que busca. Todos van en busca de sueños muy concretos, pero a la larga se truncan. Me gustó colocar esa idea porque muchos migramos con la idea de que en esa otra sociedad que nos acogerá nuestras vidas serán mejores: ciertamente en muchos casos ocurre, aunque en muchos otros, no. Pienso, además, que todo migrante en el fondo es el síntoma de un Estado fallido, porque uno debería poder hacer su vida en el lugar donde nació, circular por el mundo, claramente, pero más con la curiosidad, la personalidad expansiva, con la idea global de que todos pertenecemos a todos lados. Sin embargo, pero cuando uno mira por necesidad, miedo, emergencia porque no encontró en su país las mínimas bases para solidificar algo, me parece que siempre es una mala noticia. Lamentablemente creo que la mayoría de migrantes responde a esto último.
-En este momento los desplazados por las guerras y el cambio climático son cuatro veces más que los de la Segunda Guerra Mundial.
-Cuando escribía la novela, en 2020, era solo la historia de Matías y la II GM, me parecía que contenía todos los elementos épicos, trágicos, etc. para un relato histórico, aunque no me gusta esa etiqueta, pero luego sentí, mira qué ingenuidad en 2020, que la guerra era una cosa del pasado, algo anacrónico, y ahí se me ocurrió contraponer la historia de 1943 con la de este inmigrante contemporáneo, que puede ser cualquiera, y cuyo mundo también está ardiendo de alguna forma, no por las tensiones políticas, sino que por su divorcio, su búsqueda de identidad. Y en los últimos tres años la guerra no ha hecho más que recordarnos a los seres humanos que siempre ha estado asociada a nuestra presencia en el mundo, y que esa rueda digamos nunca va a dejar de girar.
-Cuando describes el dolor, para Matías, desde el avión, es un abstracto hasta que bombardea la ciudad en que, como dices, "viven las personas que ama". Luego su abuelo camina por las calles y relata el horror.
-Fue difícil porque es una circunstancia que yo no he vivido, los libros que escribí antes tienen que ver con memoria familiar.
-Como en tu libro "La distancia que nos separa", ganadora del English PEN Award, en que dialogaste con tu papá, exgeneral del Ejército.
-Eso en realidad lo pensé mucho después. (En "El mundo que vimos arder") Es la primera vez que trabajo con la ficción de modo convencional, pero, en el fondo, lo que la novela discute no son las órdenes militares, sino lo que estas producen, y tal vez ahí hay, de manera más subliminal, un hijo discutiendo al padre. Pero en este caso, para mí era muy importante recrear esas escenas de guerra porque suponían un reto en términos de lenguaje y de escritura, donde tuve que investigar mucho, viajé a Hamburgo un par de veces… Creo haber entendido el sentido de los bombardeos, el cinismo además con el que fueron perpetrados, y luego está aquella cascada de escenas tan dolorosas que sucedieron ahí y en otras ciudades, en aquellos bombardeos indiscriminados que creaban esas tormentas de fuego: quería que el lector sintiera esa crudeza y esa inhumanidad.
"El mundo que vimos arder"
"Renato Cisneros Alfaguara 288 páginas $18 mil