Mientras informaban sobre el asalto en un mall, conversé con mis nietos sobre qué hacer para protegerse si hay disparos. Me asustó la normalización que hicimos, reaccionando casi igual que para un temblor. Sin caer en que todo pasado fue mejor, hoy somos testigos de crímenes violentos, sicariato asociado al narcotráfico, sensación de inseguridad creciente que, junto a un bajo respeto por las normas y las diferencias, pueden llegar a un nivel peligroso para la vida en comunidad. Hay una sensación de desconfianza generalizada.
Pese a todas las críticas, Francis Fukuyama tiene un buen punto en su libro Trust (Confianza), lo mismo que Robert Putnam en Hacer que la Democracia Funcione. Desde ópticas ideológicas distintas, ambos señalan que la confianza y el capital social son claves para que los países avancen y se desarrollen. La interacción abierta, la participación en la comunidad, la adhesión a valores compartidos, sentirse parte. En el Chile actual ese sentimiento de pertenencia está muy debilitado por la falta de confianza.
Comportamientos impropios del mundo político y económico, de empresas privadas y del propio Estado, han contribuido a este panorama. Si no hay confianza en qué va a hacer el Estado con los recursos, habrá severas dificultades para aumentar los impuestos o acordar un pacto fiscal. Si los políticos no entienden qué es urgente para las personas, y se enredan en trincheras ideológicas, no habrá confianza en el sistema político ni en la democracia.
No es posible que la desesperanza aprendida le gane el optimismo. No es posible que recorramos el camino de países que han alcanzado la satisfacción de bienes y servicios, exacerbando el individualismo y el éxito personal. Es urgente, combatir el narcotráfico y dar las policías herramientas de inteligencia. Debemos revertir el que sea más atractivo convertirse en un "soldado" que trabajar o estudiar.
No está todo perdido. Hay capacidad e inventiva, falta aunar fuerzas. Necesitamos retomar la confianza, volver a abrazar valores compartidos, tender puentes con quien piensa distinto, relevar la importancia del bien común, por los jóvenes y por los niños que no pueden seguir reaccionando con normalidad al ver un asalto.