"Esa poesía no venía de la nada"
La académica estadounidense Elizabeth Horan ha pasado décadas revisando las cartas de Gabriela Mistral, y ahora publicó el primer tomo de su biografía. Son 480 páginas centradas en la infancia y juventud de la nobel.
Valeria Barahona - Medios Regionales
Una mujer robusta y siempre seria es la imagen que se difundió de Gabriela Mistral, la primera persona en Latinoamérica en recibir el Premio Nobel de Literatura. Hasta comienzos de este siglo, cuando comenzaron a aparecer las cartas de amor a su secretaria Doris Dana, fotos donde aparece riendo, en un jardín o jugando con un gatito, quiebre que muestra la humanidad de la niña que en 1900 fue acusada de robar papel de su escuela, y sus compañeras la "recibieron con una lluvia de insultos y piedras", escribió la poeta en uno de sus miles de apuntes dispersos por numerosos archivos, que la académica estadounidense Elizabeth Horan ha buscado por casi cuatro décadas y que ahora dan forma al primer tomo (de tres), de la que pretende ser su biografía definitiva.
"Mistral, una vida. Solo me halla quien me ama", se titula la investigación sobre la infancia y juventud de la escritora de la Región de Coquimbo, donde, a diferencia de la "versión oficial", aparece una mujer que, pese a las dificultades económicas y no tener educación formal, está llena de ambición, contrariedades, sensualidad y la búsqueda de la humanidad propia y ajena por medio de las letras. "¿Te sorprendió? Pues a mí no, porque esa poesía no venía de la nada", ríe Horan.
Hoy, "con el legado, creo que estamos en otra etapa, porque todavía hay mucha poesía no transcrita. No conozco ningún otro Premio Nobel que tenga tanta obra inédita. En este libro, y los otros dos tomos que vienen, me esforcé en citar los poemas menos conocidos y, sobre todo, lo que permanece como manuscrito, para incentivar a la gente a que vaya a los archivos electrónicos y colabore con la transcripción. Parece que los chilenos necesitan que les digan 'esto es bueno, esto no', pero uno puede decidir por sí mismo, o hablarlo con un amigo, es un trabajo colectivo", agrega la académica de la Universidad Estatal de Arizona.
-Con los "Sonetos de la muerte" y su amor con el ferroviario que se suicida estábamos más menos claros, así como con Dana, pero aquí aparecen varias secretarias.
-Por muchos años pensé que el título sería "Mistral y las secretarias", pero al final opté por otra cosa al pensar que es mucho más que la (relación) con las secretarias, porque todo el mundo se va a interesar por ellas, no cabe duda de eso, pero hay tantas secretarias, no es solo (la diplomática mexicana) Palma Guillén. Ella tiene la capacidad de convertir a todas las personas en sus ayudantes. (José Santos) González Vera es uno de sus mejores biógrafos y lo cito cuando dice que es imposible entender la atracción que la gente sentía por ayudarla, así como si hubiera nacido en otra época y sido hombre, habría fundado una religión en el lugar más recóndito de la cordillera y la gente habría llegado a verla para luego construir una gran ciudad.
-Los fragmentos de las cartas de Mistral con Manuel Magallanes Moure ("¿Qué es amor?") que usted cita, desplazan el erotismo hacia la naturaleza y la ausencia de pronombres.
-Son extraordinarias. Lo que quise enfatizar con ellas, entre otras cosas, es que están jugando a la diversidad de géneros, mucho antes de las cartas a Dana, esto es al comienzo de su carrera. Y es porque (el también poeta Antonio Bórquez) Solar, en 1913, dice que cree que Mistral es hombre (por sus columnas en diarios). Entonces, ¿qué debemos pensar de eso? No estamos proyectando algo de los años 50, sino que estamos hablando de principios del siglo XX: es parte del androginismo de su tiempo, y me parece que era parte central de la cultura chilena en aquel entonces, parte del modernismo.
-Son 23 años al lado de ella, y algunos más si contamos su libro anterior, "Esta América nuestra", con las cartas entre Mistral y la editora argentina Victoria Ocampo, fundadora de revista Sur, en la que publicaron Jorge Luis Borges ("El Aleph") y María Luisa Bombal ("La última niebla").
-Ahí me contactó Doris Meyer, la biógrafa de Ocampo, a quien conoció y le encargó varias de las cartas: con eso Dana no podía negarle nada a Ocampo, le tenía miedo, incluso creo que Mistral le temía un poco, hay mucho mito urbano. Tengo una colega, Cynthia Tompkins, con quien editamos "Preciadas cartas. 1932-1979. Correspondencia entre Gabriela Mistral, Victoria Ocampo y Victoria Kent", y me decía "no sé si quiero trabajar a Ocampo contigo, porque es una figura de la oligarquía y qué van a decir mis amigos" (ríe), pero todos tenían esa imagen de ella como una mujer rica, poderosa e inteligente. Mientras revisábamos las cartas, Meyer me preguntaba cosas muy sensibles, muy inteligentes: ahí concebí la idea de hacer una biografía de Mistral, armar una cronología, que fue algo complicado porque a la mayoría de sus cartas no les puso fecha.
Antigüedad del papel
-¿Cómo lo hacen ahí? ¿Analizan la antigüedad del papel?
-Una combinación de cosas. Para escribir una biografía, uno tiene que ser un poco detective (ríe): se escapa del papel si uno tiene una copia, es mucho más fácil con un original, pero no pude acceder a ellos hasta 2003, cuando fui a la biblioteca de (la Universidad de) Notre Dame (en Estados Unidos), donde están algunas de las cartas a Magallanes Moure y otros, es una colección bien especial porque había un chileno que trabajó ahí por muchos años, José Anadón, quien consiguió varias en los años 60, con los herederos y un anticuario. En 2004, volví a Chile y me senté en la Biblioteca Nacional a revisar todo lo que me permitieron, luego tuve que salir, sonriendo, por supuesto (ríe). Pero persistí y con esas cartas hice una cronología basada en los originales. Cuando están fechadas es más fácil, pero también hay otros libros, como las cartas entre Mistral y (el escritor mexicano) Alfonso Reyes, donde la data muchas veces es aproximada, aunque ella escribía varias cartas por día, entonces a veces hay frases que se repiten.
-Usted incluye una cita de la poeta donde dice "en cuanto me vean que soy útil para la casa estoy perdida". ¿Esa es la eterna lucha de las intelectuales para poder desarrollar sus ideas?
-Es una forma de autoprotección, ¿no? (ríe). No lo sé, pero Dana me dijo que Mistral no sabía ni encender la estufa. Hablando de (otra de las secretarias, la escultora) Laura Rodig, tenía como 20 años cuando se conocieron en Los Andes, en 1916, y es atractiva porque puede ir a Santiago y reportear, actuar de espía, llevar regalos, correspondencia, Laura era de la vanguardia del mundo artístico, por lo que podía acceder a grupos muy dispares y, aunque decía que era de Los Andes, creció en Santiago Centro, en una época de muchos cambios. (…) Mistral, una mujer mucho más poderosa, la convierte en ama de casa, que tiene que arreglar estufas.
-"La privacidad expira con la muerte", dice usted al comienzo del libro.
-Los muertos no conocen la vergüenza. Es un sentimiento tal vez muy anglosajón, porque siempre me he preguntado cuál es la razón de que en español no haya una gran tradición de biografías. Hace unas décadas estuve con Diane Middlebrook, quien escribió la biografía de la poeta Anne Sexton ("Mi boca florece como un corte"), para lo cual usó las grabaciones de su terapeuta.
-¿Es legal hacer eso?
-Sí, porque la autorizó la heredera principal, la hija mayor de Sexton, y también el terapeuta, aunque fue una controversia en su momento.