columna de opinión
Educación pública, asignatura pendiente y en crisis de financiamiento
A propósito de los lamentables acontecimientos de abril pasado, ¿consecuencia de una sordera crónica de quienes tienen -y han tenido- el poder de decisión en las políticas educativas? ¿Mala gestión de los entes administradores? ¿Abusos de los derechos laborales? ¿Premeditación e intencionalidad política de mantener el statu quo del neoliberalismo y sus principios fundacionales?
Desde mi trinchera, que he abrazado, defendido y trabajado por el fortalecimiento de la educación pública, que he sido hijo de ella y a quien debo gran parte de lo que soy, me es complejo comprender que, luego de más de 30 años de finalizado uno de los períodos más lamentables de la historia de Chile, tanto docentes, autoridades educativas, académicos, economistas y científicos -al amparo de la vociferada "democracia"- no hayamos sido atendidos en nuestros pesimistas vaticinios respecto de las debilidades del financiamiento de la educación pública por parte de gobernantes, legisladores y autoridades.
Hoy, más que antes, vivimos las consecuencias sociales de ello, por no habernos "atrevido" a reconfigurar, o refundar un sistema de educación con garantías de eficiencia y eficacia financiera que hubiese permitido robustecerlo. En términos simples, una cuestionable carencia de voluntad sociopolítica de todos los sectores.
Desde esta premisa, creo que la actual crisis financiera de las administraciones municipales de educación del país posee causas multifactoriales que se pueden explicar de manera acotada en seis aspectos: las corporaciones municipales, en su naturaleza jurídica sin fines de lucro, solo administran recursos asignados por el Estado y no generan utilidades propias; históricamente la subvención escolar establecida por ley (DFL N°2/1998) solo se incrementa de acuerdo al reajuste anual del sector público, y los costos de vida generalmente han superado ese reajuste, provocando que, lo consagrado en sus artículos N°2 y 3, sea parte de las condicionantes que han detonado la actual situación, agudizando el déficit financiero año a año.
Además, el monto mensual de subvención escolar depende de la asistencia diaria del estudiante a su escuela: una baja asistencia reduce los ingresos; ha decrecido la tasa de natalidad en la provincia y cada año la matrícula y los ingresos por subvención escolar se reducen agudizándose el déficit financiero; por ley, permanentemente los sueldos de los docentes y asistentes de la Educación se incrementan, existiendo asignaciones no financiadas por el Estado (bienios, por ejemplo); y la inflación de los últimos años ha incrementado los gastos operacionales de transporte escolar, calefacción de edificios escolares, mantenimiento de infraestructura escolar, entre otros ámbitos, haciendo insostenible garantizar una mejor calidad de servicio educativo, simplemente por el incremento de gastos y reducción de los ingresos, entre otras afectaciones colaterales (presiones de negociaciones colectivas, fiscalizaciones y multas).
"¿Huevo o gallina?"
Ante esta evidente situación es perentorio que el Gobierno, que nació desde el sentir de las injusticias de la educación pública y los movimientos sociales, bajo toda lógica de coherencia, no desatienda esos mismos ideales por los que nace, desconsiderándose la anunciada prioridad por la educación, y relevando lo que sí se lo pudo hacer con los mil 500 millones de dólares para el Plan "Calles sin Violencia" financiado con fondos de emergencia del tesoro público. Me pregunto ¿qué será primero, el huevo o la gallina?
Siendo consciente que la legislación no está grabada en piedra, siento que aún estamos a tiempo de aunar convicciones y poner voluntades políticas por el bien superior del futuro generacional, que permita destruir una estructura de financiamiento añeja e ineficaz, que debilita y daña la educación pública y a quienes trabajamos en ella. Quisiera poner la confianza en que podamos avanzar en esto, y no convencerme de que pudiera existir una intención distinta que propenda a mantener un pueblo inteligentemente vulnerable, tributario del monopolio de poder de las clases dominantes.
"Vivimos las consecuencias sociales de ello, por no habernos "atrevido" a reconfigurar, o refundar un sistema de educación".
Claudio Barrientos Piñeiro, doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona