columna de opinión
Una Constitución que piense en Chiloé
El próximo domingo 7 de mayo elegiremos a los consejeros constitucionales que tendrán la difícil tarea de redactar una Constitución que entregue certezas y seguridades. Llevamos años divididos y polarizados; años en que nuestras preocupaciones cotidianas se han visto sobrepasadas por la violencia callejera, los proyectos maximalistas y la delincuencia desatada.
¿Cómo cerrar este ciclo de desunión? ¿De qué manera volver a vivir en paz?
Sería ingenuo creer que una nueva Constitución -por buena que sea- bajará los niveles de inseguridad, mejorará inmediatamente las pensiones o terminará con las colas en los hospitales. Todas esas cuestiones son sumamente importantes de alcanzar, pero no suceden de la noche a la mañana y muchas veces dependen, más bien, de la discusión legislativa.
Ahora bien, contar con una buena Constitución -escrita por la ciudadanía a través de representantes expertos que se tomen en serio el mandato para el cual fueron elegidos- puede sentar las bases para la construcción de una sociedad más equitativa y menos fragmentada. Aquí es, entonces, donde surge la pregunta: ¿qué podemos esperar del actual proceso constituyente? Más en concreto: ¿qué pueden esperar Chiloé y los chilotes de la nueva Constitución?
En mi condición de profesor e historiador constitucional, he procurado siempre hablar con la verdad y no prometer lo inalcanzable. Por ello, durante estos meses de campaña me he concentrado en cuestiones que, si bien difíciles de alcanzar (no hay que olvidar que las normas se aprobarán por 3/5 del Consejo), son sin duda de índole constitucional.
En primer lugar, he sostenido que algunos sectores de Chiloé deberían tener un estatuto constitucional especial y ser declarados zonas extremas (lo mismo puede decirse de la provincia de Palena y de Cochamó). De lograrlo, recibirían recursos frescos para, por ejemplo, mejorar sus accesos a los servicios públicos en salud y educación. El Estado tiene una gran deuda con los miles de compatriotas que, día a día, hacen patria en las islas, las localidades rurales o la cordillera. Ahora tenemos la oportunidad de comenzar a retribuirles todo su esfuerzo.
Ello debería ir acompañado de una medida muchas veces anunciada, pero pocas veces cumplida: las empresas que producen localmente deberían tributar localmente (y no en Santiago, como la mayoría de ellas lo hace al tener sus casas matrices en la capital). Estoy convencido de que una medida con estas características traería efectos más positivos y perdurables que una reforma tributaria como la que se rechazó hace unas semanas en el Congreso. El momento propicio para establecer esta norma surgirá cuando el Consejo Constitucional discuta sobre la importancia de la descentralización fiscal.
Finalmente, en la discusión que comienza en junio se vislumbra una buena posibilidad de lograr que el pueblo huilliche (cuya presencia y rica influencia cultural en Chiloé son por todos conocidas) sea reconocido constitucionalmente como una cultura distinta a la mapuche. Hay razones históricas, antropológicas y geográficas para justificar una demanda que, a pesar de la potencia de sus argumentos, no fue considerada durante el trabajo de la fallida Convención Constitucional. En mis distintos encuentros con las comunidades huilliches me he comprometido a hacer todo lo que esté a mi alcance para lograrlo, aunque ello obviamente dependerá de la voluntad del resto de los consejeros. Tres medidas concretas por y para Chiloé. Es de esperar que muchos más se sumen.
"El próximo domingo 7 de mayo elegiremos a los consejeros constitucionales que tendrán la difícil tarea de redactar una Constitución que entregue certezas y seguridades. Llevamos años divididos y polarizados; años en que nuestras preocupaciones cotidianas se han visto sobrepasadas por la violencia callejera, los proyectos maximalistas y la delincuencia desatada".
Juan Luis Ossa,, historiador y candidato al Consejo Constitucional por la región de Los Lagos