El nostálgico regreso de Steven Spielberg
Llegó a salas chilenas "Los Fabelman", la película más personal del director, una reconstrucción de su pasión desenfrenada por el cine que aborda también las heridas familiares y los recuerdos de discriminación.
Andrés Nazarala R. - Medios Regionales
Al igual que sus compañeros dentro del New Hollywood, Steven Spielberg ha desarrollado un cine basado en la gratitud. Su obra se nutre de homenajes y guiños cinéfilos: la redención voladora de "Milagro en Milán", de Vittorio De Sica, en "E. T., El extraterrestre" (1982); la actuación de François Truffaut en "Encuentros cercanos del tercer tipo" (1977) o el cine de matinée en "Tiburón" (1975) e "Indiana Jones y los cazadores del arca perdida" (1981). En definitiva, su obra está construida por un caudal de referencias y reverencias que lo han convertido en uno de los grandes guardianes de la memoria y la tradición fílmica.
Es interesante pensar en "Los Fabelman" -su último largometraje, desde el jueves pasado en cines chilenos- como una obra cuyos referentes son las películas caseras que Spielberg filmó en su infancia y adolescencia (recreadas con meticulosidad en el filme) y, por consiguiente, el contexto en el que surgieron. Es decir, los recuerdos son aquí el telón estimulante para un ejercicio autobiográfico en que el autor se disocia de su propio pasado y lo vislumbra como si fuese una película inspiradora.
Todo parece idealizado por los mecanismos del cine, desde que un pequeño Sammy Fabelman (alter ego de Spielberg) asiste con sus padres a una función de "El mayor espectáculo del mundo" (Cecil B. DeMille 1952) que cambiará su vida, hasta sus vivencias como adolescente en un colegio de Los Ángeles donde será discriminado por ser judío.
Spielberg construye un drama de crecimiento en el que el cine estará siempre presente como catalizador, confidente y aliado. Hacer películas será la vocación de Sammy y nada, ni los golpes de la vida, podrán desviarlo de un enamoramiento profundo por la imagen en movimiento. "Los Fabelman" es, entonces, cine sobre cine. Un homenaje a los maestros (David Lynch interpreta a un hilarante John Ford) y a sus propias búsquedas como discípulo autodidacta.
En esta evocación de vida, Spielberg aborda zonas oscuras de su existencia como el affaire que su madre (una impecable Michelle Williams) mantuvo con un amigo de su padre o las experiencias amargas del antisemitismo. Lo interesante es que lo hace con un espíritu indulgente que nos lleva a creer en los rumores marketeros que rodean a la película, en particular al que asegura que funcionó como terapia para un director que, según los testimonios del actor Seth Rogen, lloraba en el set mientras filmaba. Spielberg hizo una película para perdonar los errores de su familia y entender quién es.
"Los Fabelman" no es, sin embargo, una película redonda. Cierto acartonamiento en la puesta en escena, algunas dosis innecesarias de sentimentalismo y una pizca de ingenuidad podrían distanciarla de algunos paladares. Con todo, el filme tiene un ingrediente que no se encuentra a la vuelta de la esquina: una mirada bondadosa hacia el mundo en que vivimos.
3 premios de la Academia tiene Spielberg, más uno especial. Ha sido nominado 22 veces, como productor y director.