Hace unas semanas, en una conversación con un directivo de un Liceo de Calama, me comentaba sobre aquellos desafíos que deja este año 2022. Uno de los que más llamó mi atención es que no existe una política educativa que busque construir una carrera directiva vinculada a la formación permanente y el desarrollo de capacidades de liderazgo. Porque en cualquier organización se requiere de alguien o de un equipo que esté otorgando propósito, perspectiva, monitoreando y guiando.
Desde el trabajo que hemos realizado desde Enseña Chile en terreno estos años parece pertinente relevar y compartir la experiencia obtenida por el acompañamiento a distintos equipos directivos del país, donde se pueden distinguir tres grandes ámbitos de acción en que éstos se despliegan para lograr sus objetivos y movilizar a su comunidad.
El primero de ellos tiene que ver con el desarrollo de procesos reflexivos que permitan tomar conciencia de sus capacidades de liderazgo: lo que se está haciendo y aquello que se está dejando de hacer. Diagnosticar, proponer, reformular de manera sistemática y en instancias precisas en donde la reflexión y el diálogo propositivo sean los protagonistas.
En segundo lugar, transitar de la reflexión a la acción, dando vida a planes de acción que estén situados en el contexto real, es decir, planes que sean precisos, focalizados, con tiempos idóneos y claridad de los recursos que se tienen a disposición. De esta forma, es posible identificar nuevas necesidades, desde las más puntuales hasta aquellas de carácter colaborativo que requieren más tiempos y organización, permitiendo una toma de decisiones basadas en evidencias, en la confianza y el rigor, repercutiendo directamente en todos los agentes: docentes, asistentes, apoderados y estudiantes.
Por último, tenemos el repensar la concepción de liderazgo. En la actualidad aún permanece la idea de que es el director o directora quien representa y encarna la idea de líder. Sin embargo, abrir espacios a liderazgos intermedios para la incorporación de nuevos agentes del centro educativo en los espacios e instancias de proposición y toma de decisiones, permite que se amplíe una red activa de capacidades de liderazgo en favor de la comunidad, propiciando el desarrollo de una cultura de aprendizaje que se co-construya entre todos y todas.