Tanny, el gitano que desafió a su cultura por amor a la música
Tiene 39 años, pero dice que se siente de 15, porque a esa edad aprendió a tocar el piano. De lunes a viernes se levanta al alba para tocar en el metro de Valparaíso, y así poder llevar la vida de chileno que le gusta: "En una casa, con baño y piso flotante".
Esta es la historia de un gitano que le gusta la música y vivir como "chileno". Su nombre es Tanny Pantich Aristich, tiene 39 años, pero mientras acomoda su teclado en la estación Villa Alemana, a las 10.30 de la mañana, dice que se siente como un adolescente de 15.
Delgado, de movimientos ágiles y rasgos afilados, Tanny es un tipo sensible. Dos horas antes, tocó una melodía barroca en dirección a Limache y se puso a llorar. La gente que lo veía no sabía si estaba triste o le había pasado algo, pero el gitano aclara que estaba "sintiendo" lo que tocaba. "He vivido hartas cosas fuertes, entonces, a veces las recuerdo, y con mi música las vuelvo a sentir", explica.
Cuando Tanny era niño, odiaba enero y febrero porque sus vacaciones se las pasaba en una carpa calurosa. "Para mí esos meses eran un infierno porque tenía que estar en la carpa con mi papá y abuelitos... ¿te imaginas estar en una carpa? no te bañas como en un mes, y eso es terrible. A los Pantish nos gusta la limpieza, ser limpios. Bueno, y también ser alegres y dinámicos, porque bailamos, cocinamos, y así", dice riendo.
Tanny mira si se acerca el siguiente metro hacia Valparaíso, y se apoya en una baranda. Luego cambia de lugar un atril que estaba apoyado en una entrada para minusválidos, y comenta que sus padres se casaron obligados. "Cada gitano es diferente, y por eso, muchos de ellos se guían por la 'raza'. Te dicen: 'Oye, no te casí' con esta raza, porque esta raza es mala y les gusta hacer esto y esto otro'. A mis papás los casaron a la fuerza y como no había amor entre ellos, chao no más. Igual menos mal hicieron caso, porque sino, yo no estaría hablando ahora", bromea.
El matrimonio arreglado duró 4 años y Tanny se quedó a cargo de su padre Emilio Pantich. No tuvo hermanos, por lo que tuvo una infancia solitaria. Todo cambió cuando cumplió 9 y, su vecina Silvia San Cristóbal, le regaló un cedé con la música del alemán Ludwig van Beethoven. "Me pasó un disco que tenía la Sonata Claro de Luna y me atrapó... después esa misma vecina se hizo mi profesora de piano y me ayudó con la clase teórica, a leer las partituras, la posición de los dedos, porque todo esto tiene su técnica", dice.
A medida que el gitano se empezó a involucrar en la música, comenzaron los problemas con su papá.
"¡Eres un gitano!"
Tanny comenta que se siente como de 15, porque fue a esa edad que aprendió a tocar el piano. Antes de eso, sólo cantaba y divertía a su familia con un conjunto gitano que se llamaba "Recap", hasta que su padre descubrió sus deseos musicales y le dio una paliza inolvidable.
"Me dijo: '¡Eres un gitano y tocar piano no es de gitanos!'. Estaba furioso que no siguiera con la tradición, esa de arreglar autos, vender las pailas de cobre, lo que hace la cultura gitana. Los gitanos están acostumbrados a no estudiar, así que sinceramente fue complicado. Recibí muchos golpes y tenía miedo. Si alguien se tocaba la oreja, yo me corría porque pensaba que me iba a pegar", manifiesta.
El pianista levanta su teclado del piso y se sube al vagón del metro, entre las miradas curiosas de los pasajeros. Los que lo ubican le sonríen, y otros se preguntan cómo lo va a hacer entre tanta gente. Tanny, en tanto, busca su espacio al lado de las puertas y se prepara para tocar.
El gitano lleva tres meses trabajando en el metro. Antes lo hacía en el Hotel San Martín de Viña del Mar, pero desde que lo vendieron, nadie le ha dado una nueva oportunidad. De hecho, tocar en este hotel tampoco fue fácil. Varias veces se presentó con su terno y currículum, y le decían que no. Una tarde, cuenta, que se enojó tanto, que por el teléfono de la recepción del hotel, le dijo a la administradora: "¡Soy Rajmáninov Tanny Pantich Aristich y vengo a tocar!". La administradora se sorprendió por el acento y tanto nombre raro que le dijo y lo dejó subir. "Usé el nombre del pianista ruso, una mentira, pero me sirvió y me dejaron tocar harto rato", relata.
Tanny abre el atril y le coloca un clavo. Luego sube su piano Casio, que se lo compró hace un año y medio a otro gitano por 120 mil pesos, y prende su parlante Kioto. "Buenas tardes, señores pasajeros. Quiero compartir un poco de mi música, hoy día es un día muy especial para mí, porque me están entrevistando, y espero salir grande en la portada, pero ahora tocaré un tango. Espero que les guste y les haga grato el viaje, y si les incomoda, les pido perdón", vocifera mirando hacia los dos lados del vagón.
"La música cambia"
El músico cierra los ojos y se deja llevar por sus emociones. A veces mueve los hombros y los pies, como si estuviera en un verdadero concierto. Toca con todos los dedos de su mano, incluso con el meñique de su mano izquierda, que está chueco por la golpiza que su padre le dio con un palo.
En Youtube, hay un video en el que Tanny sale con el pelo largo, tocando el piano en el programa "Talento Chileno" de Chilevisión. Allí le hacen un primer plano a sus manos, y luego a Emilio Pantich, su padre. Los dos tienen los ojos vidriosos. En otro video, del programa "Ha llegado carta", del mismo canal, el gitano sale con su cabello tomado frente al piano. De pie, permanece su padre, quien no deja de llorar. Ahora está orgulloso del talento de su hijo.
"Con mi papá las cosas mejoraron. Costó, pero la música cambia a la gente", dice Tanny Pantich.
El mismo efecto causó en un pasajero que lo trató mal hace un año. Cuando lo vio subir con su largo teclado en la estación de Viña, desde unos cinco metros le gritó: "¡Cómo se te ocurre tocar con esa tremenda hu... aquí!" y lo empapeló a garabatos. El pianista confiesa que se sintió pésimo, pero que se acordó de una frase que le dijo su vecina profesora: "La única manera de cambiar al ser humano, es a través de la armonía de la música", y se puso a tocar "Volver a los 17" de Violeta Parra. "Lo toqué tan del corazón, que cuando terminé, el hombre se me acercó y me pidió disculpas. Me dijo: 'Oye, perdón por como te ofendí, tu música me llegó y se nota que te gusta', así que puedo decir que la música cambia a las personas", manifiesta.
Tanny termina de tocar la primera pieza, y mientras el tren se introduce a los paisajes de El Salto, anuncia que va a interpretar "Carros de Fuego" de Vangelis. "Por si acaso así se llama la canción, no quiero que se queme el vagón", dice riendo.
Tanny nunca ha tomado clases profesionales, pero además de la vecina, se las ingenió para participar como oyente en las clases de Música de la Universidad de Playa Ancha. También en Santiago, en donde vivía antes de venirse a Villa Alemana el 2003.
Apasionado y decidido
El gitano saca aplausos y se emociona. Desde las 7 de la mañana anda recorriendo los vagones, y le resulta grato que valoren su trabajo. Después de todo, tiene que mantener a su esposa Tiare, y dos hijos pequeños, que le dan consejos para ser el mejor músico del metro.
A Tiare la conoció por la Iglesia Adventista. Tanny Pantich es creyente, y en 2005, cuando vino de Santiago a un evento, la vio y le pidió matrimonio de una. "Yo a ella la conocía de antes, más niña, pero después cuando volví más adulto, la vi y le dije que me quería casar. Ella estaba pololeando, pero todo se dio y yo me vine donde una tía para pololear. El 2006 nos casamos", dice.
Pese a que la joven no es gitana, se ganó el cariño de su suegro porque Tanny le enseñó el romané y ella se aprendió canciones en ese dialecto. "Además de cantar lindo, es una mujer tranquila, no de fiestas, entonces mi papá la aceptó", comenta.
Tanny Pantich termina la otra pieza musical y saca su melódica para interpretar una canción rusa. A los pasajeros les gusta porque es alegre y movida. Sin embargo, todos lo aplauden con ganas cuando se pone a bailar y saltar en el piso. "Con esto me mantengo en forma, no bailo reggaetón ni cumbia, pero bailo ruso y tengo alma antigua. Ah, y soy gitano, pero no de carpa, yo tengo mi casa, tengo mi piano, tengo mi piso flotante, tengo mi cuadro en la pared, tengo baño también", manifiesta riendo y se devuelve a Limache.