Rescatan a la lamilla como un eficaz fertilizante natural
Comunidad indígena ancuditana impulsa el uso de esta alga en los cultivos agrícolas y también obtener valor agregado con la generación de productos en base a este recurso del bordemar.
Chiloé cuenta con una gran variedad de algas marinas que han sido parte de nuestra cultura desde tiempos inmemoriales. Varias de ellas son comestibles y son fuente de nutrientes de alta calidad.
Paulatinamente la industria alrededor de las algas va tomando más y más fuerza, en gran parte gracias a la llegada de la agricultura orgánica con técnicas mucho más respetuosas con el medio ambiente.
Es en esta dirección que en la comunidad indígena Lauquen Mapu de Catrumán, en la península de Lacuy, comuna de Ancud, se desarrolló una interesante iniciativa que pretende rescatar el uso del alga lamilla como biofertilizante en el cultivo y, a su vez, obtener un producto con un alto valor comercial.
Denominada científicamente como Ulva lactuca, la lamilla es un alga verde, autóctona del borde costero, que crece en la zona intermareal de la mayoría de los océanos del mundo. Debido a su aspecto de largas hojas es conocida también como la lechuga de los mares, y queda al descubierto para su recolección durante las bajas mareas.
Según los propios habitantes del sector, el cultivo del alga aumentaba la producción y la calidad de las cosechas de sus antepasados. Actualmente se ha reemplazado por fertilizantes químicos, sin embargo, las mismas familias han evidenciado el daño que estos provocan a la tierra y a su propia salud.
Pamela Vargas, presidenta de la comunidad indígena Lauquen Mapu de Catrumán, hizo hincapié en este aspecto. "Esto es algo natural y, a la vez, lo que nosotros sembramos con ese abono, con la lamilla o cualquier otro abono natural hace bien también a nosotros con lo que consumimos, no consumimos tantos químicos. Hoy en día los químicos y los insecticidas están todos metidos en lo que uno come", acusó.
Junto con esto, la dirigenta dijo que "esperamos de a poco ir cambiando nuestra mentalidad, de cómo ir cultivando nuestra tierra de una forma más sana".
El proyecto, apoyado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), trabajó en la puesta en valor de los saberes y prácticas asociadas al uso de lamilla y otras algas como elementos biofertilizantes. La planificación que se extendió desde diciembre del 2015 hasta ahora contempló ensayos agrícolas en terreno y laboratorio, difusión del proceso por medio de un documental, además de la posterior comercialización del producto.
Antropóloga
Javiera Fernández, antropóloga, coordinadora y facilitadora sociocultural de la iniciativa, explicó que el objetivo ha sido la revalorización de la práctica patrimonial del uso de algas lamilla y sargazo como abono en los cultivos de papas mediante un rescate cultural e investigación agrícola en la comunidad, integrando así los saberes locales huilliches con la investigación científica.
"Este proyecto era un rescate de saberes ancestrales y prácticas ancestrales desde las comunidades huilliches, particularmente enfocado en el uso de las algas como abono en los cultivos. Por una parte, el tema antropológico era valorizar esta práctica desde todo el acervo cultural que tenía la comunidad y, por otro lado, como más agronómico, era validarla científicamente y comprobar sus resultados en este diálogo de saberes", comentó.
Asimismo, la profesional se refirió a la evaluación de manera conjunta con la comunidad la que tuvo esta idea, destacando la riqueza de los recursos locales que contribuyen en la calidad de vida de los chilotes, lo cual puede servir de ejemplo a otras agrupaciones indígenas y campesinas para hacer lo mismo.
"Fue un tremendo aprendizaje, para nosotros como parte del equipo técnico hubo un aprendizaje organizacional de distribuir los distintos roles, organizar las distintas actividades que teníamos que realizar y ahí se fueron dando los cargos y funcionamos súper bien", apuntó la fuente.
Productos
Para investigar agronómicamente el potencial de la lamilla como biofertilizante, todavía está pendiente determinar las formas y dosis óptimas de aplicación de lamilla fresca y en compost (abono orgánico), comparando sus efectos con aquellos producidos por la fertilización inorgánica basada en análisis de suelo.
Al respecto, la fuente sostuvo que "los resultados también agronómicos propiamente tales eran el compost de algas, hubo un líquido biofermentado de algas también para aplicarlo en la agricultura; entonces, son componentes que se basan en una tradición ancestral pero también con esta mirada de la innovación".
En esta misma línea, Andrés Navarro, quien también formó parte del equipo técnico que trabajó con la comunidad Lauquen Mapu de Catrumán, calificó de manera positiva la ejecución de esta iniciativa que ha permitido revalidar de manera científica esta antigua práctica.
"Es bastante positivo porque tanto para la comunidad como para el equipo técnico fue bien provechoso el trabajo que hicimos porque se hizo una investigación en terreno que arrojó resultados bien interesantes en torno al uso de las algas, procesadas de distintas formas. Hicimos extractos líquidos, compost, abono fertilizante sólido, que nos permitieron sacar de mejor manera estas propiedades que tienen las algas en la nutrición de papas, algas, hortalizas, etcétera".
A partir de la propuesta se pretende promover la conciencia ecológica de los habitantes de Chiloé, incitando a que más localidades costeras incorporen esta técnica, que hasta el momento no había tenido una confirmación desde el punto científico como se mencionaba anteriormente.
Bajo esta premisa, Fernando Contreras, ingeniero agrónomo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), hizo referencia a la pertinencia de esta práctica entre los vecinos y de la forma como se puede potenciar en su aspecto económico, delineando estrategias de comercialización de la lamilla como biofertilizante.
"Tecnología basada en la experiencia, en la experiencia práctica, pero no validada científicamente, y con esto ya se logra dar con dos productos que podrían en un momento dado llegar a ser competitivos comercialmente. La idea es empezar a rescatar toda la experiencia, todo el conocimiento técnico que tienen las comunidades y ponerlo en valor, porque eso es lo que hace la FIA", sostuvo el profesional.
¿Sello Sipam?
En este mismo contexto, Claudio Soler, representante zonal sur de FIA, destacó que un aspecto importante es proponer la inscripción del proceso de biofertilización con lamilla a través sello Sipam Chiloé, marca de certificación que busca distinguir productos tradicionales del Archipiélago que cumplen con un conjunto de normas para su elaboración.
Lo anterior, en el contexto que la provincia es la única zona de Chile y la única de las dos de toda Latinoamérica que han sido declaradas Sistemas Ingeniosos o Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (Sipam) por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Así las cosas, el siguiente paso es diseñar una estrategia de marketing para difundir las bondades de este biofertilizante y activar su utilización, "destacando el saber étnico, cultural y ancestral de la comunidad indígena Lauquen Mapu de Catrumán que, sin duda, le imprime un particular valor al producto", esgrimió el personero.
"Esto es algo natural... Hoy los químicos y los insecticidas están todos metidos en lo que uno come".
Pamela Vargas,, presidenta de la comunidad, indígena Lauquen Mapu."
"Se logra dar con dos productos que podrían en un momento dado llegar a ser competitivos comercialmente".
Claudio Soler,
representante zonal, sur de la FIA."
Más producción
La antiquísima tradición consiste en recolectar y transportar la lamilla que queda descubierta durante las bajas mareas hasta las siembras de papales para mejorar la plantación, lo que cobra una especial valoración.
"La extracción y uso del alga lamilla en la península de Lacuy, en Ancud, constituye una práctica ancestral del pueblo huilliche", subraya el antropólogo Deín Portela, coordinador de la iniciativa.
Agrega el profesional que, "según relatos locales, se valían del uso de dicha alga para el cultivo de papa, dando una producción abundante y de calidad. Con los años se reemplazó por fertilizantes químicos; sin embargo, las propias familias huilliches advirtieron que la tierra se volvió menos productiva, además de la pérdida de prácticas de trabajo colectivo con recursos locales, como la minga o mingaco. Todos elementos que dan cuenta del ser huilliche y de la relación con el entorno desde su patrimonio cultural y ambiental".