Los cadetes extranjeros de la Escuela Naval Arturo Prat
Por primera vez, un ciudadano chino es parte del programa de intercambio con que cuenta esta academia de marina. Como él, otros foráneos se curten en la mística naviera de Prat, cuya institución cumplió 198 años.
Guillermo Ávila Nieves - La Estrella de Valparaíso
Amenazantes montañas de agua revientan, una tras otra, contra la zigzagueante embarcación que no da más al crujir en sus cuadernas. La cubierta se salpica de salinidad, mientras apocalípticos nubarrones posan sombras.
El escenario marino se desata con furia sobre la costa de Valparaíso. Invita a la oración. O a los corajudos cánticos de brava mar porque pareciera que Poseidón se ensañó con la brújula humana. Al final, todo queda en manos de un piloto de ojos rasgados, pulcra estampa, atlética anatomía y sereno temple: es el cadete Zhang Shuai.
Hablamos de un subteniente de 25 años que cursa el cuarto año en la Escuela Naval Arturo Prat como estudiante de intercambio. He aquí lo pionero: se trata del primer extranjero nativo de China en educarse en la cuna formadora de los oficiales de la Marina de Chile.
Resolver maniobras al instante puede ser de vida o muerte. Aclaramos, la ficticia misión del cadete chino Zhang Shuai al interior del simulador de navegación le enseña de forma práctica el manual del perfecto navegante. Medirse ante la adversidad o desplegar velas viento en popa.
"Esto es una bonita experiencia. Estar aquí en la Escuela Naval", aclara el cadete Shuai de entrada con un aceptable castellano adquirido en sus casi siete meses en suelo chileno. Una oportunidad que se ganó al postular en su institución símil desde China donde es, nada menos, subteniente.
Idilio profesional que a él lo tiene feliz, pese a su taciturno rostro. Un sueño que, como hijo único -en un ambiente hogareño donde asegura nadie es militar- hace inflar pecho de satisfacción a sus padres y colegas a la distancia.
Porque así dice sentirse junto a sus actuales compañeros de uniforme desde que arribó de la lejana Shenyang, capital más grande de la provincia de Liaoning, al norte de China. Una urbe de 13 mil kilómetros cuadrados y ocho millones de habitantes que, por ejemplo, bate el récord de contaminación, pero que a su vez es un polo industrial (aeroespacial y automotriz) en el gigante asiático.
Peso internacional
Aquí están, cual cosacos, esos futuros lobos de mar que serán oficiales de insignias, como las que porta Zhang Shuai, cuyo trabajo en equipo y disciplina -pilares en esta academia- se ponen a prueba día a día. Y hoy, en la antesala del 198 aniversario de la Escuela Naval Arturo Prat, es regla. Hablamos de 354 cadetes, de los cuales ocho son extranjeros.
Pero el oriental no está solo en los avatares del timón virtual. A su lado, una esbelta joven estadounidense que recién se está encumbrando en la veintena de vida, con mirada color piscina y, bajo la gorra, atisbos de cabellera rubia, parece secundar en decisiones de machos.
Rachel Labuda está en el tercer año. Es de la Escuela Naval de Annapolis. Pero aquí en el salón que alberga al complejo simulador de navegación bajo el estricto monitoreo de un experto como es el capitán de navío en retiro Gonzalo Espinoza, ella centra respeto.
La norteamericana quiere demostrar que además se maneja en la lengua de Cervantes. "En mi segundo año de Escuela Naval en EE.UU aplicamos programas de intercambio en el extranjero. Elegí el de español. Mis opciones eran la Escuela Naval de España y la de acá, que al final me pareció más interesante", aclara la cadete Labuda, para quien este país seduce por su diversidad natural, paisajes idílicos y rica comida.
Desde la cabina en tierra se escucha fuerte y claro por monitor las instrucciones del capitán Gonzalo Espinoza. De imponente metro noventa y estructurada modulación, su sapiencia al mando del salón con dispositivos de alta tecnología genera seguridad. Hay nudos académicos de alta mar en Espinoza. "Esto es un simulador de cinco puentes. Te puedo hacer navegar 5 buques en forma independiente o conjunta, establecer comunicaciones. Aquí están todos los instrumentos que hay en una nave real. O sea, el cadete una vez que sale de acá, es capaz de subirse al puente de un buque y navegar", narra.
Las reglas de navegación son captadas por aprendices como Zhang Shuai y Labuda, quienes adquieren técnicas de liderazgo y mando para llevar al buque por la ruta navegante más segura. Afuera, el sol saluda a toda luz mientras en el extenso patio retumba la banda de guerra e instrumental de la Escuela Naval. Las marchas suenan en perfecta armonía a la altura de "Los nibelungos"; proporcional a la inmaculada prenda militar enfundada como primera piel en los cadetes. De pasos largos y en bloques, se desplazan con milimétrica exactitud. No hay margen de error; se castiga. Viven, de cierta forma, ajenos al cotidiano civil...
En su preparación al desfile conmemorativo, inspiran, como su lema, 'Honor y patria, eficiencia y disciplina'. Mucha agua ha corrido desde aquel Decreto Supremo del 4 de agosto de 1818, a través del cual el general Bernardo O'Higgins dispuso la creación de la Academia de Jóvenes Guardiamarinas. El carácter que se forja aquí -acuñan a la interna- les garantiza prestigio.
Bitácora de gloria
Y así lo palpa el director de la Escuela Naval Arturo Prat, capitán de navío Claudio Yáñez Aguilera. "Nuestra institución en casi 200 años solo ha escrito en sus páginas cosas heroicas, brillantes; lo único que hace es enaltecer a nuestro país", afirma sin pestañear, mientras aclara: "Nosotros dentro del proceso de formación consideramos el intercambio académico, profesional y físico entre nuestros cadetes de armada y de países amigos. Esto es una disposición que emana desde nuestro comandante en jefe".
Precisamente dentro del pelotón que marcha a paso firme, entre el contingente chileno, asoman cadetes foráneos instruidos en la de mística de Prat. De Centroamérica, se animan al diálogo una panameña y un hondureño.
La cadete Joseline Ortega viene de Ciudad de Panamá. Con 20 años, tuvo que dejar la timidez por personalidad. Hoy se siente líder. "La veta militar la llevo de familia. Obtuve una beca: así pude elegir la mejor Escuela Naval en el continente. Me recibieron con gran apoyo y compañerismo. Lo que uno vive aquí es un cambio total. Voy a regresar a Panamá como oficial, allá seré una subteniente", comparte.
El cadete Kevin Urbina cursa segundo año como infante de marina. Procede del norte de Honduras. Acá llegó en 2015 por un premio: obtener la primera antigüedad de su país. "La educación aquí dentro es de alta calidad. Tengo excelentes compañeros. Lo primordial que he adquirido: trabajo en equipo, técnicas en estudios y una óptima calidad en cuanto a la rama deportiva", cataloga.
Con una bitácora de viaje en el cuerpo que cuenta con 13 años de embarque en buques, ancla al habla el capitán de corbeta Roberto Pereyra, jefe del Departamento Ejecutivo. El hombre que corta el queque. "Este es mi primer año en la Escuela Naval. Estoy encargado de todos los cadetes. Ahora cuento con una visión distinta: hace tiempo que no estaba en una repartición en tierra", sostiene quien supo de odiseas que harían la envidia de Simbad el Marino: desde Cabo de Hornos y la Antártida a remotas misiones en el extranjero.
Por eso su palabra es escuchada como un mantra marcial. El mensaje en Pereyra es directo, y a la vena del tripulante: transmitirles a los cadetes el cómo se vive a bordo y qué es lo que se necesita para trabajar en un ambiente, en general, hostil como es la mar. La responsabilidad no es menor en el hombre 24/7 ("disponible para todas las actividades de los cadetes", corrige): aquí, entre estos jóvenes infantes, están los próximos comandantes en jefe de la Armada.
A la altura de la naciente Playa Ancha, desde la Escuela Naval, la vista sobrecoge. Si se traza una línea recta, se divisa el azul profundo del Pacífico. Una tonalidad que combina con la indumentaria y ánimo del cadete chino Zhang Shuai, antes que se especialice como navegante arriba de buques en su país. "Voy a volver a China con las instrucciones y conocimientos acá adquiridos de forma excelente. Explicar mi experiencia en navegación a oficiales de la Armada China y así mejorarlos a ellos", dice.
La tarde comienza a caer. Al igual que la adrenalina castrense vivida a toda orquesta en la previa al desfile de aniversario naval. Es hora de ejercicios. También estudios académicos. Luego vendrá la cena donde está prohibido dejar bocado. Ya en la noche, y antes que finalicen los informativos de TV, el soñar en cadetes. Lobos de mar que hacen de esto más que un estilo de vida... un servir a la Patria.
Modalidad intercambio
Claudio Yáñez, director de la Escuela Naval, comenta que se cuenta con intercambio con la Academia Naval de Annapolis, Estados Unidos. "Anualmente hay cuatro cadetes nuestros que pasan seis meses allá. A su vez, cuatro cadetes americanos vienen acá. Esto se replica con Colombia, Brasil, Argentina, Italia, países de armadas amigas. También con Ecuador (vela). Nexos con Inglaterra y Francia. Nuestros cadetes como oficiales dirigirán los destinos de la institución, y en sus países", aseveró.