El misterioso habitante del "Palafito #001"
eduardo.burgos@laestrellachiloe.cl
En marzo de este año algunos habitantes del barrio Gamboa se percataron que el lado norte del puente del río, que da nombre a ese sector ribereño, tenía una apariencia diferente. Un par de lonas recicladas de gigantografías publicitarias afloraban bajo el viaducto en un improvisado refugio que protegía del frío a un vecino que pocos habían visto y que paulatinamente se fue convirtiendo en todo un misterioso personaje para la comunidad castreña, ávida de historias que la saquen de su rutina.
El extraño del puente comenzó a causar curiosidad para algunos y temor para otros, ya que comenzaron a tejerse una serie de rumores. Se decía que era un tipo que vivía como una especie de ermitaño y que no hablaba con nadie; unas voces lo tildaban de peligroso.
El mito siguió creciendo, aliñado por historias que daban cuenta de extraños rituales que incluían la adopción de perros vagos, el alimentarse de jibias y el cocinar con agua del propio río y su consabida dudosa salubridad.
DIFERENTE
De rumores hay mucho. Los residentes lo identifican diferente al resto de las personas que han hecho su hogar de la vía pública y afirman que no lo han visto nunca en compañía del alcohol, uno de los más fieles amigos de la gente de la calle. Otros hasta lo califican de "bien vestido".
El hecho es que el mito ha seguido creciendo, más aún cuando hace solamente un par de meses el misterioso vecino decidió salir de abajo del puente y edificar a un lado de este nada menos que un palafito, al que bautizó como el "Palafito #001". A vista y paciencia de autoridades y bajo la curiosidad de transeúntes y turistas, el pintoresco inmueble acapara la mirada y sigue creciendo a paso firme.
Con el afán de ratificar o lisa y llanamente derribar los mitos que se han tejido del extraño del puente Gamboa, me acerco al lugar, dándome el trabajo de esperarlo y observar desde el viaducto cada detalle de su construcción que nada parece un refugio improvisado. Se detecta de inmediato dedicación por cada terminación. En poco más de dos meses ha logrado un pequeño palafito con balcón, ventanas (muchas), puerta, una escalera y hasta una serie de artísticas decoraciones.
A poco rato de observar desde el puente, me percato que una puerta que estaba abierta ahora luce cerrada. Una señal inequívoca que el lugar está habitado. Sin dudarlo me acerco y trato de observar hacia dentro a través de las ventanas, tratando de descubrir al morador. No tengo éxito. Segundo intento y le grito: "¡Hola, amigo del palafito! ¿Puedo hablar con usted?". A los pocos segundos la puerta se abre.
"Hola" se escucha y acto seguido aparece una mezcla de campista gringo y motoquero entrado en años, con una barba canosa, vistiendo ropa outdoor color negro, lentes de marco metálico y una bandana (de esas que se pueden usar como pañoleta en el cuello y la cabeza al mismo tiempo). Se acerca al puente y me estira la mano para saludarme y respiro. No me echó con los perros ni demostró el mal humor del que lugareños hablan.
"SOY GERMÁN"
Me presentó y me cuenta que se llama Germán Carvajal, que tiene 53 años y que es oriundo de Gorbea, en la Región de La Araucanía. Acota que es técnico en electricidad pero nunca ejerció porque se dedicó a la artesanía en madera y que esta misma ocupación lo trajo a radicarse en Chiloé hace casi tres décadas.
"Llegué a hacer artesanías y siempre he estado en el mercado, trabajando con gente de afuera, con turistas sobre todo que son los que compran", señala Germán, advirtiendo que "ahora estoy solamente dedicado a la carpintería, para terminar mi palafito, y cuando esté listo ya me pongo a trabajar".
De cómo llegó al puente, nuestro personaje cuenta que lo hizo por no tener otra alternativa, ya que fue uno de los damnificados del gran incendio ocurrido el 19 de febrero en el sector de Gamboa en que se quemaron seis viviendas y un templo evangélico. "Las autoridades nunca me prestaron ayuda", comenta.
"Ahí perdí todo y me fui en la madrugada a la casa de mi hijo, que me dijo '¿qué pasa, por qué vienes de esta forma?'; así que le conté que se me quemó mi casa. Estuve ahí un rato y como mi hijo tiene familia tuve que buscar después mi espacio propio", relata el extraño del Palafito #001, quien confiesa que los días posteriores al siniestro deambuló por varios lugares, incluso por Dalcahue, buscando donde vivir. "Ahí fue que encontré este refugio", cuenta.
Durante los meses que Carvajal vivió debajo del puente en las más precarias condiciones y pasando frío fue recogiendo desechos de las calles, acopiando en este sitio palos, tablas, latas, vidrios y los más diversos materiales de construcción, hasta que en septiembre "salí afuera", relata con orgullo no disimulado, haciendo gala de sus conocimientos en construcción y carpintería, además de aseverar que tiene antiguos estudios certificados de electricidad.
"Mi casa adentro tiene ropa, servicios, cama y sigo juntando material que voy encontrando, para en algún momento tener todas las piezas y armar algún trabajo para venderlo", explica, recalcando que espera dejar en las mejores condiciones su hogar y de ahí retomar de lleno su trabajo de artesano, del que dice ha sido siempre su principal ingreso. "Yo creo que antes de fin de año mi casa estará terminada", apunta.
GALÁN
Carvajal comparte que mientras tanto sobrevive comiendo en el Hogar de Cristo y que en su propio palafito la misma institución pasa con "la ruta", repartiendo la cena en las salidas nocturnas a quienes viven en situación de calle. También hace de maestro chasquilla, además de sus artesanías y de "galán". Así, tal cual, el hombre recalca que por su pinta tiene buena llegada con las féminas extranjeras que llegan de visita a la capital chilota, quienes le invitan conversación, a pasear y a comer en no pocas ocasiones, según él.
Para cosas más cotidianas, como cocinar y lavar su ropa, Germán acude a una vertiente, unos metros cruzando el puente Gamboa hacia el sur. Se abastece ahí, al igual que otro vecino del sector.
El extraño del Palafito #001 es consciente que muchos castreños lo miran con ojos inquisidores aún sin conocerlo y advierte que "unos creen que soy peligroso y qué sé yo, se pasan esas películas", aunque no rehúye a contar que años atrás, en una etapa que dice ya superada de su vida, estuvo tras las rejas por un delito que tilda ya es cosa del pasado.
Añade que ha sido visitado por Carabineros, asistentes sociales y personal de la Armada de forma frecuente y por distintos motivos, los que van desde intentar sacarlo de ahí hasta verificar su identidad y ver en qué condiciones habita.
PARQUE BUSTAMANTE
"Yo hago artesanías en cuero, madera, alambres, tallados, carretas con bueyes. He estado representando a este lugar con carretas en Santiago, en el Parque Bustamante, y nunca me han reconocido", despliega parte de su currículo, recordando que "antes estaba el alcalde (Marcelo) Fuentes. Ese nos tenía a todos un carné de artesanos y para mí ese ha sido el alcalde más legal de esta ciudad".
Pese a todos estos deseos, Germán tiene al parecer los días contados en su pintoresco palafito, puesto que de diversos estamentos públicos han solicitado ya su desalojo. La última notificación la recibió hace pocas horas de manos de personal de la Armada, aviso que le exhorta a abandonar su lugar de pernoctación en un plazo de dos días; las 48 horas más largas que le ha tocado esperar mirando el río Gamboa desde sus reciclados ventanales.
Con tranquilidad y cierto temor difícil de disimular en su soñadora mirada, Carvajal proclama que "no pueden sacarme a la fuerza, porque todos los palafitos son ilegales, igual que el mío, entonces si sacan el mío tienen que sacar a todo el resto", sentenciando que lo contrario es, a su juicio, un acto de discriminación. "Ellos tenían que haberme sacado cuando paré los primeros palos, no cuando ya estoy con mi casa instalada", concluyó. J