El conservacionista que fue alimentado por una perra cuando era una guagua
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Todo el país se sobrecogió cuando se supo que una perra había amamantado a un niño de dos años en Arica a inicios de este mes.
Todo el país no entendía cómo podía haber ocurrido tal cosa.
Todo el país se sorprendió... Todos, menos el conservacionista José Luis Brito.
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Es temprano y el director del Museo Municipal de Ciencias Naturales y Arqueología de San Antonio se encuentra en su oficina medio desarmada (el recinto deberá dejar sus actuales dependencias a la espera de la futura infraestructura que se está construyendo en el cerro Cristo del Maipo de Llolleo) pero de todas maneras trata de tener todo bajo control.
Mientras ordena un par de cosas, se acerca una perrita de color gris muy lanuda que es la mascota del recinto. Brito le acaricia la cabeza y el animalito da un vistazo al lugar con sus ojos bien negros.
Pasan unos segundos y aparece una gata. Se sienta al borde de la silla, mira a Brito, mira al periodista, se da media vuelta y se va.
Al rato vuelve la perra y tras ella la gata de nuevo.
Brito intuye que los animales quieren algo. "La gata quiere subirse", comenta. Pero la aleja con un suave empujón.
Así es siempre. De una u otra forma a este naturalista lo siguen los animales o se le acercan.
¿Tendrá algo que ver el hecho de que cuando José Luis era una guagua fue amamantado por una perra?
Así, tal cual.
Cuando el director del museo de San Antonio era un lactante, la perra Diana, la mascota de la casa, le dio de su leche. Y no fue una vez, sino varias. No fue en una mamadera, sino directamente de su ubre. No fue en una cuna, sino en el cubil de la perrita que tenía un instinto maternal por sobre lo esperado.
De eso han pasado más de 40 años, pero José Luis lo tiene vívido como una experiencia que le fue traspasada vía oral por su madre Rosa.
¿Cómo fue todo esto?
Brito responde: "Era muy pequeño, de sólo unos meses. Yo nací de siete meses de gestación. Mis padres trabajaban en un restorán y me dejaban solo en un dormitorio, pero se mantenían pendiente de mí. Fue en un instante cuando la perrita Diana entró a la pieza, me tomó en su hocico, me acomodó con delicadeza y me llevó a su cubil donde dormía y que estaba fuera de la casa. Allí me dio leche. Era una perra grande, mezcla de pastor alemán con collie, entonces tenía un hocico grande".
-Así fue. Es más, mi mamá Rosa tenía problemas para amamantar y quizás por eso dejó que la perrita me diera de su leche y fíjate que, increíblemente, eso me ayudó a que no fuera enfermizo. Pocas veces he tenido algún problema de salud y yo lo atribuyo a esa leche canina.
-Según me contaron mis padres fueron tres meses y luego esporádicamente hasta completar 6 meses. Después de grande, vine a entender eso de la impronta.
-La impronta es parte importante en la educación de cualquier mamífero, gran parte de su carácter se forjará en esta etapa y será determinante para su comportamiento de adulto. A mí me ocurre algo muy especial y es que tengo que estar cerca de perros. No es algo que tenga que ver con lo sexual, sino con las sensaciones. Cuando estoy con un perro siento una tranquilidad especial, una calma. Claro, no se trata de tener un perro enfermo o con mal olor, sino una mascota como las que muchas personas tienen en sus casas. Sentir su pelaje y su cercanía me influyen de una manera especial.
-No, porque ha habido muchos casos donde seres humanos han sido criados por monos y lobos, por ejemplo. Incluso hay casos de personas adultas que nunca pudieron incorporarse a la sociedad, caminaban en cuatro extremidades o hablaban con los lobos.
-Fíjate que no. Creo que comenzó antes. Mi madre me contó que cuando tenía 7 meses de embarazo estaba en una localidad rural y de pronto vio pasar una culebra que la asustó mucho y la dejó muy nerviosa. Eso hizo que comenzara con dolores y trabajo de parto. La llevaron a un centro asistencial y le practicaron una cesárea, por lo que yo nací sietemesino.
El conservacionista relata que esa impresión de su madre quedó también marcada a fuego en él, pero en sentido contrario. Se declara un aficionado de las serpientes. No le dan temor, ni menos ganas de salir arrancando a toda velocidad cuando ve una culebra; es más, es capaz de acercarse con total tranquilidad y tomarlas.
Y en su trabajo ha tenido la posibilidad de encontrarse con varios reptiles. "Me sorprenden sus colores, sus formas y la manera en que se han adaptado a los ambientes desde hace miles de años", confiesa.
misión
José Luis Brito tiene desde pequeño una fijación con los animales, especialmente los de ambientes marinos.
Vivía junto a su hermano Cristian, cerca de la caleta. Allí veía a diario el trabajo de los pescadores. Se sorprendía cuando atrapaban un tiburón o capturaban una mantarraya o un pingüino de Humboldt.
Se enojaba también cuando inescrupulosos faenaban delfines a vista y paciencia de las personas para vender su carne. O cuando atrapaban algún animalito para exhibirlo en restoranes o pescaderías.
Así, siendo un joven estudiante y con apenas 12 años fundó un grupo de escolares por la defensa de la naturaleza que llamó Gepna. Entusiasmó a profesores y compañeros para que se sumaran a la iniciativa; fue a los medios de comunicación para difundir su proyecto y llegó en un momento a tener 20 miembros.
Junto a ellos se preocupó de resaltar el cuidado del medio ambiente y de los animales silvestres. Asistió a cursos y charlas. Dio conferencias respecto de su labor.
Hasta que dado el momento se fue a la Universidad Austral en Valdivia a estudiar Licenciatura en Biología, un sueño para él. Lamentablemente el destino le tenía deparada una mala pasada. Falleció su madre y la familia quedó sin recursos para solventar su educación superior.
De regreso en San Antonio comenzó a trabajar. Se integró a una pesquera donde faenaban peces espada con el infame horario laboral de 12 de la noche a 5 de la mañana. Esos días los recuerda hasta hoy. "En esa faena sentí los mayores fríos de toda mi vida; ni siquiera cuando he estado en las montañas he sentido un frío semejante", comenta con entusiasmo.
Luego por medio del Plan de Empleo Mínimo (Pem) llegó en 1987 a trabajar al museo desde donde nunca más se movió.
Brito es un fanático de su trabajo. Con rapidez comenta las investigaciones realizadas con su puro entusiasmo. Relata la alegría que le ha dado el compartir con destacados científicos e investigadores nacionales que, lejos de mirarlo en menos por no tener un cartón universitario que lo respalde, lo han tratado como un igual pues entienden que este entusiasta sabe de lo que está hablando.
"Siempre me he preocupado de aprender más", cuenta.
Lee cuanto texto llega a sus manos, recorta noticias de los diarios, alimenta su base de datos que guarda en su computador, recupera piezas para el museo, acude a cada llamado de emergencia que le hacen, va a rescates de animales y aves marinas, moviliza a todo un equipo de personas con las mismas energías que él para salvar a ejemplares en peligro.
Ha escrito cuatro libros de aspectos específicos de la naturaleza y otros de historia. Tiene material listo para editar cuatro más. Posee miles de fotografías históricas, archivos de rescates realizados, de liberaciones de aves que se recuperaron en el centro de rescate de la fauna que creó; acumula entrevistas, grabaciones, papers científicos que pocos entienden, datos, datos y más datos. Tiene energía, pero le falta tiempo para hacer tanta cosa.
No le importa la falta de dinero. Nunca ha sido una razón que le impida ayudar. Se ha metido la mano al bolsillo para cumplir su misión y no quiere sacar la cuenta de cuánto, pero asegura que pueden ser millones de pesos.
Y todo comenzó con la leche de una perrita mestiza llamada Diana. Una perra que lo adoptó como a un cachorro y que a la vez le dio la fuerza para defender y cuidar a sus hermanos menores: los animales. Quizás en ese momento se escribió su destino. J