Escuela San Carlos lucha por la inclusión social
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Sus pasillos y las condiciones de seguridad ilustran perfectamente el perfil de sus matriculados y cómo ha funcionado desde 1976 en su tarea por lograr la inclusión social la emblemática Escuela Especial San Carlos de Ancud.
Cada sala o taller ofrece las condiciones para el desarrollo de un trabajo que en la actualidad involucra a 71 alumnos entre hombres y mujeres que, a diferencia de otros establecimientos educacionales, egresan directamente al mundo del trabajo.
Es que la misión de formar a alumnos con déficit intelectual o físico ha llevado al equipo de profesionales del plantel a realizar años de entrega formativa antes de observar los resultados del complejo proceso de enseñanza y aprendizaje.
Sus orígenes se remontan al edificio donde funciona hoy la filial del Hogar de Cristo en la calle Lord Cochrane, cuando la incipiente escuela comenzó a dar sus primeros pasos con un grupo reducido de estudiantes que requería de una atención diferencial debida.
En el umbral de los 40 años de la iniciativa, una de las educadoras, Ana Delia Wolf, es una fiel testigo de cómo su labor ha marchado a la par con la vida de esta institución que funciona bajo el alero de la Corporación Municipal de Educación, Salud y Atención al Menor de Ancud.
Ad portas de acogerse a su jubilación, la pedagoga admite con satisfacción que ha presenciado los grandes cambios locales y nacionales que se han experimentado en materia de educación a favor de alumnos con déficit intelectual.
"Ha sido de mucha ayuda, es un grano de arena todos los días donde puedes aportar, pero es lindo ver cómo los niños progresan, ya que ellos no son muy rápidos en el progreso; si tú ayudas en algo y alguien logra salir adelante es muy hermoso", reflexiona la profesora.
La Escuela Especial San Carlos, al igual que otros recintos educativos, ofrece a sus alumnos un régimen de jornada escolar completa en el que se aplican las mismas asignaturas en aulas de la instrucción ordinaria, pero complementadas con talleres y programas especiales acordes a sus condiciones de aprendizaje.
"Es una escuela, acá se trabaja con adecuaciones curriculares, con un proyecto individual, se trabaja con un proyecto de aula, se trabaja con lo que el Ministerio de Educación plantea", señala su directora, Yuly Reyes.
Una de las particularidades del recinto es el perfil de los estudiantes cuyas edades fluctúan entre los 5 y 26 años. Gran parte de su vida marcha por su integración en la sociedad, a lo que se apuesta en este establecimiento ubicado en la actualidad en la calle Almirante Latorre.
Indica la educadora diferencial que "los alumnos vienen con un diagnóstico de una discapacidad intelectual, ese es como el requisito parta ser parte del establecimiento".
Cada escolar que es parte de este mundo accede a un programa de retos múltiples que corresponde a una modalidad de la educación especial y que en Ancud comenzó el 2007. En este plano son partícipes educandos no solo con deficiencia intelectual, sino que física o de trastornos de la comunicación.
A diferencia de las escuelas regulares, cada docente está a cargo de un máximo de 15 estudiantes en sala, siendo factor clave para el desarrollo del complejo trabajo social que se realiza día a día.
Paralelamente un equipo multidisciplinario centra sus esfuerzos en salas de ejercicios físicos, contándose para ello con los servicios de profesionales de la kinesiología.
Reyes asevera que una vez cumplido el largo ciclo, parte del alumnado puede insertarse de forma inmediata en el mundo del trabajo, radicando allí una de las grandes características de la Escuela San Carlos.
"Como educación especial atendemos a estos niños hasta los 26 años y el egreso de la escuela cuando es por edad es cuando ya los chicos están en los niveles laborales, en educación especial se parte desde los niveles prebásico y se avanza por básico y laboral", aclara la educadora diferencial.
TALLERES
Este programa de habilitación laboral asoma en la mira del alumnado cuando ingresa a estudiar a esta unidad escolar que se orienta a la inclusión social.
La apuesta de largo aliento apunta precisamente a entregar las competencias o aptitudes para que damas y varones se desenvuelvan en el mundo del trabajo.
En un recorrido por las instalaciones de la San Carlos se observa a escolares en talleres de repostería y carpintería. Los resultados saltan a la vista, resumiendo una titánica labor que requiere más de tres años.
Así lo explica Ximena Díaz, quien se desempeña precisamente en el taller laboral que se imparte en el recinto. "Aquí se le enseña a los niños habilitarlos social y laboralmente porque este es un taller laboral; trabajamos con material reciclado y telar, ese es nuestro objetivo, ya que después se van a vender a la feria", afirma la maestra con más de 30 años de funciones en la institución.
Se trata, en definitiva, de la última fase de formación: la inclusión en la sociedad. Como muestra, un botón: los talleres laborales han encontrado eco en algunas empresas y casas comerciales que han entendido este sentido altruista y han abierto sus puertas y entregan empleos. La empresa láctea Chilolac y supermercado La Florida, por ejemplo, han "abrazado" el compromiso de integración.
Estos pasos, según la dirección de la Escuela San Carlos, se producen mientras al cabo de casi cuatro décadas de lucha el futuro para estas personas se muestra mucho más promisorio que antaño. J