Protagonista recuerda legendaria tragedia nacional de Año Nuevo
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Valparaíso parece estar destinado a sufrir las peores tragedias que uno pueda recordar. Hoy hablamos del incendio que afectó a siete cerros en abril pasado y que dejó a una quincena de fallecidos y a unas tres mil familias sin casas.
La anterior no es la única vez que hemos llorado por lo duro que tiene que vivir su gente para volver a levantarse. En 1953 se vivió otro terrible episodio: el incendio y la posterior explosión que afectó al plan de la comuna justo la noche de Año Nuevo.
Para esa fecha, Rodolfo Maturana tenía 16 años y era voluntario de la 9º Compañía "Zapadores Freire". Había pasado la medianoche en familia en su casa de calle Ferrari del cerro Bellavista y a la 1.10 se desató la catástrofe.
"En calle Brasil con Freire estaba la barraca de maderas Schulze, al lado del Departamento de Caminos de Vialidad. En la barraca se colocaban unos castillos de madera a secar y en ese tiempo, mucha gente tiraba fuegos artificiales. Esa noche se lanzó un volador y probablemente quedó entremedio de las rumas de madera, por lo tanto, empezó el incendio", relató el ex bombero.
Mucha gente se acercó a ver las llamaradas. Llegaron decenas de bomberos. Mientras unos combatían las llamas, otros tantos veían como ardía el centro.
POLVORÍN
Lo que nadie sabía es que había un polvorín en el patio del Departamento de Caminos, justo al lado del incendio. Era material para hacer tronaduras y se almacenaron alrededor de 40 cajones de dinamita, cajas de pólvora negra, fulminantes, tambores con gasolina, petróleo y rumas de neumáticos.
"El fuego se alimentó porque pasó de la barraca y tomó los neumáticos y los tambores. Comenzaron las explosiones y lo primero que salió volando es una tapa de un tambor que golpeó al maquinista de la Séptima Compañía Rufino Rodrigo, quien falleció en el lugar. Fue el primero de los 36 voluntarios mártires", relató Rodolfo Maturana.
Pero lo más terrible aún no ocurría pues a las 3.10 de la madrugada, dos horas después de que comenzó el incendio, una fuerte explosión cambiaría la historia de Valparaíso para siempre.
"Yo había estado combatiendo el fuego en la escala mecánica del viejo carro Magirus que se colocó a un costado del edificio del Departamento de Caminos y el comandante me mandó a la compañía que estaba al frente a buscar material. En ese momento vino la explosión", dijo el ex voluntario.
Pero lo que él vivió en ese momento nunca antes lo había visto en su corta vida como bombero y lo relató en sus memorias sobre la tragedia.
"Un resplandor como de un sol naciente cegó a todos los que lo alcanzaron a verlo; luego un estampido colosal hizo temblar la tierra, desencadenando un huracán de fuego y escombros a una velocidad asombrosa; era el mismo efecto que producían las bombas de una tonelada lanzadas durante la Segunda Guerra Mundial", manifiesta en su relato.
Las secuencias de la explosión no las olvidará jamás, toneladas de escombros ardientes sepultaron a decenas de bomberos y mutilaron a muchos más, que habían caído en diferentes lugares de la ciudad.
lo que vino después
Una vez que la explosión terminó y que el humo se fue comenzó a quedar en evidencia la magnitud de lo que había sucedido. Con el amanecer a la vuelta de la esquina, los cuerpos quemados, mutilados y los cientos de heridos, civiles y bomberos estaban regado por todos lados.
"Yo tuve un estado de shock tremendo, me pareció un sueño, que no era algo real, pero cuando reaccioné pensé en mi hermano que era capitán de Bomberos y que también estaba ahí combatiendo el fuego y en los otros compañeros que nos habíamos dado el abrazo de año nuevo minutos antes y que ahora los veía destrozados en la calle. Tuve que ayudar a sacar a los heridos primero, llevarlos a la asistencia pública y luego los cadáveres y restos de compañeros y de personas que estaban mirando, ayudando y que también murieron", relató Maturana.
Otra de las complejas situaciones se vivió al momento de llevar los cuerpos a la morgue porque la llave, con el nerviosismo del momento y lo ajetreada de la noche de año nuevo, se había extraviado, por lo tanto, los cuerpos y restos pasaban por la sala de urgencias donde estaban los otros pacientes del hospital.
"Entrábamos los cuerpos mutilados en latas, así no más, destapados, fue una cosa espantosa. Nuestra labor fue esa durante la madrugada y cuando amaneció, se vio el desastre, la onda explosiva afectó hasta la avenida Pedro Montt , las rejas del comercio quedaron enrolladas, hubo saqueos. Abarcó Freire, avenida Francia, Las Heras y dos días después se seguían encontrando los restos humanos en las palmeras, en los techos, es algo que nunca pude olvidar y que incluso soñé muchos años después de que esto ocurrió", relató.
el polvorín
Según señala Rodolfo Maturana, los jefes del Departamento de Caminos, nunca informaron ni a Carabineros ni a Bomberos que existía un polvorín en el centro de la comuna y cuya pólvora y otros elementos debían estar en el polvorín que se ubicaba en la comuna de Casablanca.
El ex bombero buscó durante horas a su hermano, quien había resultado herido y que había sido trasladado al Hospital Naval, en esa búsqueda se paseaba entre los restos humanos y se encontraba cara a cara con quienes fueron sus amigos y compañeros y que ya habían fallecido.
"En esa búsqueda me encontré con los da Silva que eran padre e hijo que eran bomberos y uno de ellos, el hijo, se había colocado esa noche las argollas de matrimonio. Estaban celebrando, en su fiesta y se fueron al famoso incendio: no volvieron nunca más", sostuvo.
Además de toda la carga de vivir el incendio, la explosión y las muertes, luego hubo que ver la reacción de las familias de todos los caídos, que la fiesta y felicidad del nuevo año ahora era una tristeza permanente.
"Hemos sido golpeados por la tragedia. En 1953 la explosión y ahora el incendio de los cerros de Valparaíso. Yo pinto, pero nunca me he atrevido a pintar algo relacionado a lo que yo viví. Por problemas de trabajo, me alejé de la compañía después, pero esto me dejó muy afectado, hasta el día de hoy tengo secuencias de eso, tengo pesadillas, pienso en los voluntarios que conocí, en mis amigos y pienso que yo también debería estar muerto. Durante los primeros años, soñaba a diario con esto, pero el tiempo ha ido sanando las heridas", sentenció. J