Chilotas no le temen al servicio militar y potencian su presencia en los regimientos del país
Tres jóvenes ancuditanas dan cuenta de su experiencia en esta iniciativa que ha forjado sus vidas.
Hasta 1989, el cumplimiento del Servicio Militar Nacional, era exclusivo para los hombres, dentro del marco constitucional de su obligatoriedad. Sin embargo, ante la igualdad de derechos y obligaciones entre varones y mujeres, las féminas congruentes con su entusiasmo e inquietudes, demandan en la actualidad una mayor participación activa en todas las instancias de la sociedad y la instrucción militarizada no es la excepción.
Tras el retorno a la democracia, a principios de la década de los "90 se crea el Servicio Militar Femenino, siendo este de carácter completamente voluntario, realizándose sólo en el Ejército y pueden postular las jóvenes entre los 18 y los 24 años.
Las mujeres que realizan esta actividad reciben los mismos beneficios que los hombres, pudiendo nivelar sus estudios y realizar cursos de capacitación laboral. Además, una vez finalizado el periodo de conscripción, pueden postular para ser soldadas profesionales o ingresar de las Escuelas Matrices de las Fuerzas Armadas.
La única diferencia en relación a los varones, es que el proceso de postulación posee ciertas diferencias entre ambos géneros; en el caso de los hombres no existen las pruebas de tipo físicas, mientras que para las chicas sí. Dicho test consiste en la ejecución de trotes, abdominales y flexiones.
ESCENARIO
La participación de las damas en la escena militar en la provincia de Chiloé ha tenido un aumento considerable en relación a lo que sucede a nivel país. Según datos emanados desde el cantón de reclutamiento de la ciudad de Ancud, el promedio de chilotas que se inscriben ha aumentado de un 3% a un 20% aproximadamente en los últimos 10 años, siendo mayoritariamente las ancuditanas quienes acuden al llamado.
Este fenómeno obedece mayoritariamente, a las ganas de las señoritas de la Isla Grande de querer darle un vuelco a sus vidas mediante nuevas vivencias, además de las intenciones de querer continuar alguna carrera uniformada.
Ese es el caso de Cinthia Knopke, una joven ancuditana de 20 años del sector de Villa Esperanza en la comuna del Pudeto. Asegura que la principal motivación de inscribirse en el servicio militar fue la oportunidad de poder vivir cosas nuevas y de preparase para formar parte de la Escuela de Carabineros.
"Me gustan las cosas distintas, era una oportunidad para lo que quiero seguir más adelante y así prepararme física y sicológicamente, sirvió para separarme de mi familia también, pero fue al contrario, me volví más mamona, el hecho de estar lejos de la familia, te enseña a valorarlos más", recalca.
De igual modo, agregó que como cualquier instancia en la vida, esta vivencia extrema, posee sus diferencias. "La experiencia ha sido una de las mejores de mi vida yo creo, pero lo más complicado es que a una la traten mal de parte de las superiores, además es difícil convivir con 33 o 34 mujeres en una sola pieza, todas dormíamos juntas, el hecho de derrepente irse todas a bañar juntas igual era como complicado, pero al final se transforma en una familia más", evoca.
IDEAL
IDEAL
Cinthia permaneció un año en el Regimiento de Infantería Nº 12 "Sangra" del Coronel José Luis Araneda Carrasco, unidad perteneciente a la II División Motorizada, cuya guarnición está ubicada en la ciudad de Puerto Varas, lugar al que acuden todas las voluntarias de esta parte del país. Originalmente su permanencia era por 7 meses, pero por el tratado de la Haya de comienzos del año en curso, su estadía se extendió finalmente por un año, desde abril del 2012 hasta fines de marzo del 2013.
En sus ideales de formar parte de la policía uniformada, la misma fuente asegura que su paso por el regimiento ha sido fundamental. "Esto ayuda en el hecho de levantarte temprano, ya conoces el trato que te van a dar, la exigencia, acostarte temprano, la ducha con agua helada, uno no está acostumbrada a eso, andar maquillada, porque exigen andar maquillada, todo esto ayuda mucho", puntualiza.
PROCESO
Otra de las muchachas de la puerta norte de la Isla Grande, que quiso ser parte de este reto fue María Terucán de 23 años. Ella reside en el populoso sector de Bonilla en Ancud, y sostiene que realizó su servicio militar, de partida porque su pareja había sido parte de este proceso, situación que la motivó a seguir el mismo camino. No obstante, el hecho de querer integrarse a este mundo muchas veces desconocido para el género femenino, fue el principal aliciente.
"Yo tomé la decisión porque como es algo distinto, algo nuevo, yo quise probar, ya que la mayoría de las personas se ponen a trabajar, yo quise hacer algo diferente", esgrime.
Con esta misma premisa, suma que lo vivido durante su estancia en el regimiento se contrapone totalmente a su diario vivir.
"Es un mundo totalmente distinto, uno ve cosas nuevas, es todo con reglas, uno tiene que pedir permiso para muchas cosas, debemos aprender a hacer nuestras cosas por nuestra propia cuenta, porque ya no está la mamá que te ayuda a hacer las cosas. Uno aprende a crecer como persona", acota.
Entre lo destacable de esta vivencia, Terucán resalta las ocasiones en que le tocó ser partícipe de los desfiles cívico militares. "Una vive experiencias lindas como los desfiles, la gente está acostumbrada a ver hombres; ver a una mujer, es como que la gente te ve, como quien dice, como una súper heroína, con mujeres desfilando es todo aún más lindo", reflexiona.
Asimismo, relata los momentos complicados. "Aprender a convivir con otra gente es difícil, uno se encuentra con todo tipo de gente, gente con la que es fácil de relacionarse, gente que no… ver a tus compañeras que están muy acostumbradas a estar con sus mamás, verlas quebrarse, que echan de menos a sus familias, eso es difícil, entre otras cosas", apunta.
Por su parte, Priscila Toledo, ancuditana de 19 años del sector de Caicumeo, se encuentra actualmente haciendo su servicio militar. Narra que la decisión de cumplir con este llamado se atribuye a que desde pequeña sintió afición por las carreras uniformadas.
"Siempre me ha gustado la rama de Carabineros y esas cosas, y cuando vi la posibilidad de hacer mi servicio militar siendo mujer, no la pensé y me inscribí al tiro", enfatiza, quien adhiere que lo vivido hasta el momento es único, pero tiene sus complejidades.
"Es una experiencia que hay que vivirla para contarla más que nada, pero es complicado por el tema de que hay muchos hombres, y somos muy pocas mujeres las que se atreven, se dice que la mujer no sirve para el Ejercito, y ahí ellos se dan cuenta que no es así y que a veces la mujer da mucho más que el hombre", resalta.
aclimatamiento
aclimatamiento
En esta misma línea, Priscila adiciona que el período de aclimatamiento es lo que más cuesta de este proceso. "Lo más difícil es el periodo básico del servicio, en que tú no ves a tu familia, no puedes llamarla, no tienes tiempo para nada, te levantas a las 6 de la mañana, te acuestas a las 9 de la noche y te acuestas agotada, a veces con hambre", detalla.
No obstante, en lo positivo expresa que "esto te ayuda a mejorar como persona, te mantiene siempre activa, y cada vez que uno se bajonea uno dice: "pucha, si se puede hacer cosas en ese momento del servicio, porque no lo voy a poder hacer ahora"".
Algo en que coinciden plenamente estás tres jóvenes es que el apoyo de sus familias ha sido trascendental para concretar este proyecto de vida y que bajo ningún aspecto se les recriminó, sino todo lo contrario. Todo un ejemplo para muchas chilotas que ven con recelo esta opción de crecimiento personal y laboral.